sábado, 5 de octubre de 2013

En mis Venas.

Atrás queda una semana difícil. Altibajos emocionales que han dado pie al contínuo vaivén de la vida. Seguimos mirando adelante pero cogiendo de la mano al transcurrir de la vida, todo aquello que nos rodea, dentro de mis venas.

Hay veces en las que te sientes tan pequeño, tan isignificante, tan inverosímil que sientes que algo se te escapa, se te esfuma por momentos y no puedes atraparlo, no puedes controlarlo.

Esa maldita obsesión en la que entramos como una espiral sin que podamos salir de ella, esa que te hace poner en la balanza lo pisitivo y lo negativo, esa que te hace sopesar el pasado y el futuro, el presente ya es pasado.

Hoy tocar mirar atrás. Hoy toca valorar. Hoy toca poner en la balanza de mis venas el transcurrir de un año. Lleno de ilusiones, nuevas inquietudes, nuevas sensaciones que nunca antes había sentido todas juntas. Miedo, soledad, ansia, concentración, superación. Una batalla contra mi mismo, contra el entorno, contra el medio desconocido.

Llega un día en el que el objetivo no es suficiente, el cuerpo siempre quiere más, no sé por qué, pero es así. Nunca es conformista, siempre en el límite de "un poco más" o "quizás no ha sido suficiente".

Todo ello se resume en tres preceptos principales:
  1. Siéntete como un pez.
  2. Vuela bajo como un Aviador.
  3. Arrástrate como una salamanquesa.
Tres preceptos que se cumplen en el discurrir de un año en el que decides aventurarte en el arte del triatlón.

Jamás había nadado más que lo que cualquiera nada un domingo en la playa. Mis salidas en bici las tenía olvidadas, debidas a la soledad de la carretera. Mis kilómetros sobre el asfalto y de amaneceres mientras veía el Cabo de Gata al fondo eran para otros objetivos.

Llega el día, te lanzas al hermanamiento con los peces, te dan el beneplácito, nadas y te sientes como uno de ellos, pero sabes que nos estás ahí para quedarte, simplemente para volver a salir a flote y notar ese extraño mareo que te produce el brusco cambio de lo horizontal a lo vertical, de lo líquido a lo sólido. Montas tus alas y te dispones a volar, notar el aire en rostro, el discurrir de la sal del mar queda atrás, intentas respirar, pero no puedes, vas demasiado acelerado, tu corazón bombea a través de tus venas la ilusión de acabar, pero tu mente quiere alargarlo todo lo que pueda, sufres pero disfrutas, aprietas todos tus músculos, tu tensión libera tu mirada, hacia adelante, hacia el objetivo. Hacia ese trago de relajación que llegas a alcanzar, vuelves a respirar, vuelves a volar. Miras a tu alrededor, no ves a nadie, sólo tu. Están ahí, pero no los quieres o simplemente no los puedes atrapar. Sigues en tu soledad a escasos centímetros del suelo, volando bajo, muy bajo. Ya sólo piensas en la satisfación, a base de inyecciones que se proyectan a tu paso al grito de "Aviador", al grito de "vamos papá", al susurro de "vamos amor".

Apunto de salir de la espiral, lo ves en la distancia, quieres alargarlo, sientes que no puedes, que tu meta ha llegado, es el fin de tu viaje. No crees que el llegar exhausto estuviera tan cerca. Paras, ahora el mareo es porque quieres pasar de lo vertical a lo horizontal. Te vuelve a faltar el aire, te sientes vacío y lleno a la vez al ver que se recargan tus venas esos abrazos, esos besos. Sabes que están ahí, los ves y los sientes. Ha merecido la pena, aunque sin ellos no hubiera sido posible, no hubiera sido igual. Cuando no puedes más vas un poco más allá, te están esperando, esperando por tí sin que tú ofrezcas nada a cambio. Sólo puedes ofrecer miradas, impresiones, sólo puedes ofrecer tu soledad convertida en unidad. La UNIDAD que me da el llegar al objetivo, no importan registros, sólo importa que al otro lado están esperando para coseros en un abrazo. Esa mirada que te esbozan mezcla de satisfación mezcla de preocupación.

Ahora toca mirar el pasado para pensar en el futuro. Analizo todo lo vivido y veo que estás rodeado de desconocidos, muchos, conocidos, pocos. Te haces con tu espacio, miradas perdidas, repasas en silencio el proceso mecanizado en tu mente. Miras al suelo, está todo listo, pronto estarás de nuevo ahí. Habrás dejado atrás nervios, ahora toca disfrutar, lo peor ya pasó, estás metido de lleno en la espiral. Pero sigues notando esa soledad que te acompaña desde que entraste, que te aisla de sonidos exteriores, que te transporta en ti mismo y en tu interior, en tu particular lucha contras tus propios límites, en la lucha contra el miedo al no poder llegar, al no ser capaz.

Me he dado cuenta que en el oscuro mundo del triatlón, desconocido para mí hasta hace unos meses, hay mucho de lo que aprender.
  1. La soledad que te lleva y te trae por el ir y venir de los medios, de la concentración, del aislamiento y del poner a prueba tu mente para ir cumpliendo hitos a través de tus checklist mentales.
  2. El volver a disfrutar como tantos años atrás hacía sobre las dos ruedas, que nunca olvidé pero que sí abandoné.
  3. El descubrir un medio en el que poco a poco me siento más tranquilo, disfrutanto de los nuevos parajes que me aportan el mirar al fondo y ver que ahí también hay vida, el ver que aunque sea por momentos, pueda deslizarme sobre su superficie, pueda notar el silencio del mar, ese mar que me acompaña a lo largo de mi vida.
  4. El no olvidar mis principios en la competición calzándome las zapatillas, añadiendo kilómetros a mis piernas.
  5. Que el ser vegetariano es sólo una opción, es sólo un estilo de vida que he escogido, con el cual cada día me siento mejor conmigo mismo. Y ver que no es una oposición a la compatibilidad con el deporte.
  6. Superación a los distintos estados que sientes desde que lo último que oyes es el bocinazo de salida hasta que recuperas el sentido al cruzar la meta, es como si se tratara de un sueño del que despiestas y tienes a los tuyos a tu lado.
  7. A pesar de ser partidario de vivir en soledad, me he dado cuenta de que no sirvo para ello. El Triatlón del Sol en Roquetas me hizo ver que esa soledad de la que siempre defendía se volvía en mi contra al saber que no tenía cerca a los míos. Los miedos eran mayores, inseguridad, tristeza, ansiedad. No busqué esa mirada cómplice que siempre tengo al cruzar la meta, no estaba, estaba lejos, muy lejos y la añoraba, la deseaba. Oir esas palabras nada más salir de la burbuja, al volver a recuperar el aliento, fuego abierto al objetivo "cumplido".
  8. El postureo no va conmigo, no miro alrededor, sólo miro en mi interior, soy mi único referente, no intento imitar a nadie. Sólo quiero alcanzar al espíritu de la superación para que no se me escape nunca.

Largo camino queda a día de hoy para afrontar nuevo retos, aún en la chistera, aún en las nubes. Muchos amaneceres por ver, por descubrir, por aprender del silencio del mar, del volar cortando el viento y de acariciar a milímetros de distancia el cielo y la tierra. Nuevas distancias en el horizonte.

Volver a situarme en la balanza para decantarme por el lado de la soledad del "Aviador-KLM036", el lado de la superación, la sonrisa, el abrazo, los ánimos y los besos. 

Porque para mí la UNIDAD no es 1, La UNIDAD es igual a  4.


2 comentarios:

  1. Gran crónica Fran.

    Es cierto que a mi edad (al igual que a ti) el triatlon ha sido un medio de ver "el otro lado de las cosas".

    La "SOLEDAD" del triatleta, no solo en competición, sino en los duros meses de entrenamiento, te hace pensar y pensar y pensar y seguir pensando para concluir pensando "que afortunado soy".

    Ya hemos pasado el año de novatos. El año que viene Dios dirá. De momento lo importante como bien concluyes es la unidad. Para mi por suerte también es igual a 4.

    Solo un pequeño pero... lo siento compañero pero a mi donde me pongas un buen vino y un plato de jamón... :-))

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    1. Gracias Francis, queda pendiente ese vino y jamón, aunque yo me pida un plato de tofu ;)

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