domingo, 26 de mayo de 2013

Su último destino.

Hace ya casi una semana que un trágico accidente se llevó por delante a tres compañeros y aún cuesta hacerse la idea de que queramos o no todo debe volver a la normalidad en nuestro día a día, en nuestra preparación, en nuestro trabajo en silencio y a espaldas de la sociedad en muchas ocasiones, no sólo vivimos de las misiones humanitarias.

Eran las 14:20 de la tarde cuando al disponerme a coger el coche escuché una fuerte explosión. No era la típica explosión que hace retumbar los cristales de mi oficina cuando los ejercicios de fuego se hacen en el campo de maniobras. Era demasiado cercano, demasiado.

Al mirar a nuestro alrededor los tres que nos encontramos supimos de que algo había pasado pero no fuimos capaces de ver nada, algunos salieron de la oficina. Fueron segundos de silencio que se me hicieron eternos.

Al llegar a casa, justo cuando le contaba a mi mujer la fuerte explosión que había oído, llamó mi padre por teléfono preguntando por mí, acaba de oír en la radio que había habido una fuerte explosión en el cuartel y que podía haber fallecidos.

Rápidamente llamé por teléfono y me lo confirmaron, había sido en los locales de Zapadores, a escasos 500 metros de donde me encontraba cuando explosionó.

En ese momento me inundó una profunda angustia que a día de hoy aún me queda, no puedo dejar de pensar en lo sucedido, demasiado cercano para que quede como un recuerdo fugaz tras el paso de los días. Demasiado cercano porque tres compañeros ya no estarán entre nosotros, demasiado cercano por..... muchos sentimientos que afloran cuando suceden estas cosas.

Ayer sábado recibieron el merecido homenaje por parte de sus compañeros, se ofició el funeral en la Brigada de la Legión Rey Alfonso XIII.

Mañana gris, casi con niebla, silenciosa, interrumpida por el cantar de los pájaros y el movimiento de la ligera brisa que hacía mover la hojas.

Cerca de 3000 compañeros formamos para darles un último adiós, eran las 10:15. Silencio sepulcral, nadie hablaba, nadie miraba, todos sufrían en silencio la ausencia.

Tras la entrada del Ministro de Defensa, el Presidente de la Junta de Andalucía y el General Jefe de la BRILEG, los tres cuerpos de los Caballeros Legionarios entraron en el patio de armas mientras sonaba la Marcha Fúnebre de Chopin, esta marcha la llevo escuchando muchísimos años ya que es la que acompaña al Santo Sepulcro el Viernes Santo por las calles de Málaga y siempre me impresionó mucho como unas notas musicales pueden describir tanto, siendo en ese momento cuando un escalofrío recorrió mi cuerpo de arriba a abajo al ver como eran transportados a hombros por sus compañeros y escoltados por otros tantos. Tras mirar cara a cara al Cristo de la Buena Muerte y la imposición de condecoraciones era momento de la entrega a los familiares de sus enseres.

El silencio sigue apoderándose de todos y la profunda pena de ver a los familiares ya sin lágrimas que derramar cuando al son del Novio de la Muerte fueron despedidos por esta pequeña gran familia que formamos. Nadie era capaz de mirar a nadie, pero todos teníamos un único pensamiento, que este sería su último destino, volviendo a sentir los escalofríos que me acompañaron durante toda la ceremonia, con la voz ahogada por la tristeza y la pena, los ojos llorosos y un nudo en la garganta que aún perdura, abandonaron el patio de armas por última vez, entre sollozos de corazones encogidos, corazones curtidos, hombres y mujeres, todos por igual, todos por una misma causa.

D.E.P.
Brigada Navarro.
Brigada Velasco.
Sargento Prieto.

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